Esta reproche de agitación que he escogido como título de esta entrada me hace reflexionar sobre mi propio ministerio y responsabilidad. Agradezco que en las preguntas de Abinadi hay un entendimiento inherente de los deberes y responsabilidades que acompañan el oficio y llamamiento de un siervo del Señor. Lo que es aún más interesante son los primeros dos puntos de la expectativa que él estableció para estos sacerdotes pretendidos: 1) Él se espera a ellos enseñar, y 2) Él se espera a ellos a comprender el espíritu de profecía.
Lo que sigue es algo de una lista de trampas para evitar como sacerdote o ministerio de los hijos de Dios.
- Observa a sus propios enseñanzas. No sea hipocrita.
- No se fija el corazón en las riquezas.
- No malgasta su vigor en una vida desenfrenada.
- No sea causa de pecado para los que se sigue por causa de sus iniquidades.
Hay un otro suposición o expectación establecido por Abinadí aquí. Él nombramiento de un sacerdote trae consigo el deber de hacerse maestro en las vías del Señor. Él se acusa a estos hombres de fracasar en su puesto, que ilustra el peso del llamamiento a lo cuál habían sido apartados.
¿Soy yo un sacerdote? Entonces se espera de mí mantener las vías del Señor. ¿Comprendo el pesar y deber de mis asignaciones? Entonces debo yo enseñar de acuerdo con mi entendimiento.
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