En el tiempo señalado, el rey Lamoni se despierta de su sueño profundo, y allí esta su esposa, la reina, que le esperaba. Las primeras palabras que salen de su boca son estas: -- ¡Bendito sea el nombre de Dios, y bendita eres tú!-- La primera parte de esta declaración tiene sentido. El rey Lamoni acaba de recibir una poderoso testimonio de la realidad de Dios, pero entonces él da la misma bendición a su esposa. ¿Por qué?
Se me hace recordar de la declaración de Jacob, el hermano de Nefi, --He aquí que los lamanitas, vuestros hermanos... sus maridos aman a sus esposas, y sus esposas aman a sus maridos, y sus esposos y esposas aman a sus hijos... y algún día llegarán a ser un pueblo bendito.-- (Jacob 3:5-7)
El rey Lamoni continua testificando que él ha visto su Redentor, y entonces hace hincapié tres puntos:
- --y vendrá--
- --y nacerá de una mujer--
- --y redimirá a todo ser humano que crea en su nombre.-- (vs. 13)
Estas breves frases, acompañados por la influencia penetrante del Espíritu Santo, son suficiente para el rey y la reina para recibir una testimonio personal, y en seguida ambos son dominada por el Santo Espíritu a tal grado que ellos no pueden quedar parados en sus cuerpos mortales y físicos para el momento.