miércoles, 14 de octubre de 2009

--Yo Esperaré al Señor,-- 2 Nefi 18

2 Nefi 18

Buscando el amor de Dios en esta mañana, lo encontré en las palabras de este capítulo. Tal vez al leer acerca de la profecía de destrucciones eminentes y otras maldiciones que han de venir, no parece ser un capítulo de mucha paz. Sin embargo, veo aplicaciones personales a hoy día que me dan confianza y paz. No vivimos en un tiempo de paz y tranquilidad. Sino en las enseñanzas del evangelio de Cristo hay como vivir según la manera de felicidad.

En versículo 6, observa que la casa de Israel había rechazado las aguas de Siloé, o sea, del Mesías, las cuales eran placidas y tranquilas. Es como un arroyito de agua la palabra de Dios. En su lugar, entonces mandó el Señor aguas fuertes las cuales resultaban en un diluvio. Estas cosas son simbólicas, mas ilustran claramente el punto.

En versículos 9 y 10, habla de los contratos y alianzas que hacen los pueblos unos con otros. Sino el único contrato que uno necesita para la paz es una alianza con Dios. Así dice Isaías --hablad palabra, y no permanecerá; porque Dios está con nosotros--.

En los versículos 11, 12 y 13, sabiamente aconseja el Señor a Isaías, --No llaméis conspiración a todo lo que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo--. Casi me da risa, al pensar en cuan parecidos son nuestros tiempos con los tiempos de antigüedad. El consejo importante es el versículo siguiente: -- Al Señor de los Ejércitos santificad; y sea él vuestro temor, y sea él vuestro miedo--. Las prioridades del Señor y su obra debe ser lo que me motiva a la acción.

Los versículos 14 a 17 continúa con la misma tema, hasta que resolutamente declara Isaías en el versículo 17, --yo esperaré al Señor, el cual oculta su cara de la casa de Jacob, y en él confiaré--. Los tiempos del Señor no son iguales a los nuestros. Así que, para seguir el camino del Señor requiere paciencia junto con la aseguranza de que el camino de Dios es verdadero, nos traerá a sendas fertiles y felices.

Uno debe buscar a Dios para paz en esta vida. Cristo mismo es el Príncipe de paz y no hay ningún otro camino que nos puede dar paz duradera.

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